lunes, 21 de julio de 2014

LAS PALABRAS Y LAS COSAS - MICHEL FOUCAULT



LA PROSA DEL MUNDO

M. Foucault comienza en “Las palabras y las cosas” realizando un profundo acercamiento a la riqueza de imágenes contenidas en el mundo y a las relaciones de semejanza que el ser humano, gracias a su creatividad, puede establecer entre ellas para generar un amplio escenario simbólico de representación artística.
El autor dirige su mirada al universo simbólico que se generó hasta finales del siglo XVI para buscar las líneas inspiradoras del mismo: Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempeñado un papel constructivo en el saber de la cultura occidental. En gran parte, fue ella la que guió la exégesis e interpretación de los textos; la que organizó el juego de los símbolos, permitió el conocimiento de las cosas visibles e invisibles, dirigió el arte al representarlas. El mundo se enrollaba sobre sí mismo: la tierra repetía el cielo, los rostros se reflejaban en las estrellas y la hierba ocultaba en sus tallos los secretos que servían al hombre. La pintura imitaba el espacio. Y la representación, ya fuera fiesta o saber, se daba como repetición: teatro de la vida o espejo del mundo, he aquí el título de cualquier lenguaje, su manera de anunciarse y de formular su derecho a hablar.
Es necesario que nos detengamos un poco en este momento del tiempo en el que la semejanza va a desligarse de su pertinencia al saber y desaparecerá, cuando menos en parte, del horizonte del conocimiento. ¿Cómo se pensaba la similitud a fines del siglo XVI o aun a principios del XVII? ¿Cómo podía organizar las figuras del saber? Si es verdad que las cosas que se asemejaban eran infinitas ¿podemos, cuando menos, establecer las formas según las cuales podían llegar a ser semejantes unas a otras?

Hay cuatro nociones principales de semejanza que no se pueden dejar de nombrar:

1. La convenientia. La convenientia es la fuerza que avecina lo semejante y asimila lo cercano, gracias a esto el mundo forma una cadena con todo lo que se encuentra en él, consigo mismo. Son convenientes aquellas cosas que logran tocar a otras, que el ser de unas delimita a otras. Así hay comunicación, se da una semejanza de lugar ya que están colocadas en el mismo sitio y se da “una similitud de propiedades; ya que en este continente natural que es el mundo, la vecindad no es una relación exterior entre las cosas, sino el signo de un parentesco oscuro cuando menos.”

2. La aemulatio. La emulación es algo parecido a una gemelidad natural de las cosas, en la emulación se observa algo del reflejo y espejo. “El rostro es el émulo del cielo.”
Gracias a la emulación el hombre se podrá dar cuenta del mundo en donde está colocado; lograra encontrar la semejanza del orden del mundo con el mundo autónomo que se encuentra en sí mismo.

3. Analogía. Las similitudes que trata son las semejanzas más sutiles de las relaciones. Así la analogía “puede ofrecer, a partir de un mismo punto, un número infinito de parentescos.
Hay un punto en donde todas las analogías pueden encontrar un apoyo, este punto es el hombre; está en proporción con el cielo, y también con los animales y las plantas, lo mismo que con la tierra, los metales, las estalactitas o las tormentas.

4. Las simpatías. Gracias a la simpatía las cosas encuentran una semejanza y se puede hacer posible un movimiento y un contacto entre estas; lleva las raíces hacia el agua y hace girar, con la curva del sol, a la gran flor amarilla del girasol. La simpatía por una de las formas de semejanza, tiene el poder de asimilar, de poder hacer las cosas idénticas unas a otras, de mezclarlas, tiene la capacidad de desaparecer una cosa en su individualidad. “La simpatía transforma.”

Elemento muy importante que va de la mano con la simpatía es, la antipatía. La antipatía sirve en el mundo para poder conservar las cosas en su aislamiento; encierra a cada cosa en su diferencia obstinada y les ayuda a perseverar en lo que es.

Existen, desde luego, muchas otras nociones que se entrecruzan en la superficie del pensamiento, se superponen, se refuerzan o se limitan.

Así, Foucault se detiene en las cuatro formas de semejanza que han estado en la base de toda la creación artística y que son fundamentales para acercarnos a la producción artística, expresión de la capacidad estética y creativa del ser humano: la convenientia, la aemulatio, la analogía, las simpatías. Perder de vista esta clave de lectura del arte significa oscurecer la carga de sentido que encierra, expresión de una cultura situada en unas coordenadas espacio temporales determinadas. En efecto, el mundo, las realidades que nos rodean encierran una prosa que sólo una mirada simbólica puede leer y descifrar.

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